25 de septiembre de 2012

Vaya valla...

Tenía miedo a que me atracaran por la calle, así que decidí quedarme en casa, eso me supo a poco cuando caí en la cuenta de que también tenía miedo de que atracaran en mi casa por lo que puse verjas, doble ventanas acorazadas y puertas de seguridad, esto me hizo estar en apariencia algo más seguro, pero no quedó ahí la cosa, de pronto me dí cuenta de que por alguna avería o distracción podría estallar el gas que me sirve para calentarme y decidí no utilizarlo nunca más, cerré la llave de paso y me envolví con una manta para ahuyentar el frío, así estaba mejor, pero no había caído en la cuenta de que por algún mal contacto podría quemar mi casa al encender la luz y bien protegido dentro cabía la posibilidad de morir en un incendio así que apagué el diferencial y me quedé a oscuras.  Pero no todo estaba resuelto, aún podía morir ahogado, mira tú que si mientras tomo un baño me quedo dormido y como consecuencia de ello me muero ahogado...   No lo pensé, decidí dos cosas, la primera es no abrir ningún grifo de mi casa para evitar tal peligro y la segunda fué mi lucha contra el sueño, decidí dejar de dormir para también evitar ser víctima de los peligros que se encerraban en mi vivienda.  Todo estaba bien, todo estaba en orden, podía vivir en mi casa exento de cualquier sorpresa peligrosa, ahora no era yo el que me encontraba aislado, los aislados eran lo de afuera pues gracias a mis previsiones nunca podrían invadir mi vida y esto me permitía hacer lo que quisiera en cualquier momento sin ser interrumpido ó criticado por nada ni por nadie.

Esto no era nuevo, ya se había producido en algún momento y a través de la historia por algún antiguo pueblo que para preservar sus vidas y sus costumbres desplegaban sus empalizadas para quedar aisladas de los peligros externos que pudieran intimidarlos.

Hoy en día existen muchos que lo hacen, sólo hay que sacrificar un poco el efecto de la comunicación, es mejor estar seguro que conocer lo que pasa afuera, es mejor sentirse protegido que adquirir y conocer nuevas ideas que puedan mejorar el entorno, pero el entorno no es importante, lo importante es la seguridad personal que me evita tener que pensar en protegerme. 

Hoy tenemos un gobierno que se escuda protegiendo su autonomía con kilómetros de vallas y para que esas vallas no se destruyan tienen contratados a un montón de técnicos en vallas que llevan por uniforme sus cascos y sus porras...  ¡Ah!  Y sus pistolas y fusiles.  Caro mantenimiento si tenemos en cuenta de que desde dentro nada nos puede librar de un casual infarto ó de una caída y golpeo grave que nos haga perder el sentido, ó de cualquier otro accidente doméstico del que no nos protege ni por mucho el recinto amurallado que en nuestro afán por la seguridad hemos tejido a nuestro alrededor.  Nada nos protege de eso, nadie es invencible ni por mucho que se lo proponga.

Ahondando en la idea de la confusión no es difícil pensar que unos y otros los que están a cada lado de la barrera se sienten protegidos, la diferencia está en que en uno de los lados existe la posibilidad de llegar más lejos y en el otro el espacio es finito, tanto que algún día y de tanto recorrerlo una y otra vez se agotará en sí mismo y de nuevo se tendrán que abrir las ventanas, deshechar las cerraduras que nos encierran y salir al exterior donde las oportunidades y la vida nos esperan libres de ataduras y con el pensamiento en el infinito, allá donde las barreras nunca pueden poner coto a la imaginación ni a la vida.