21 de noviembre de 2011

Como un mal menor

Va pasando el tiempo y nunca he llegado a comprender cómo la gente deja que corra la vida esperando alguna noticia ó hecho que con certeza se sabe que nunca va a pasar, que lentamente se muere en su nula o escasa posibilidad, un encuentro que nunca se va a producir, una esperanza que solo se espera sin la certeza plena de su remota constancia, así somos, la verdad es que tenemos tantas pocas cosas que hacer que nos entregamos sin reparos a la fastuosa espera y dejamos que el tiempo disponga de nosotros a su antojo adentrándonos en las normas de su codiciado capricho.   En ese momento y  también dejándome vencer por las tenaces e insistentes pautas de la misma partitura me encontraba esperando, y también como obediente peón dentro de la gran partida de ajedrez perdía mi tiempo dentro de la espera común en la que casi siempre estamos integrados, desvié la mirada hacia un enorme reloj que presidía la entrada del colegio a modo de maestro de ceremonias, qué tarde es, pensé, aunque en realidad no tenía ninguna prisa, curioso es que sin tener prisa ni a la vista ninguna ocupación aparente que realizar en aquel momento llegase a pensar que era tarde.  -¿Tarde para qué?-  La respuesta no se hizo esperar en mi pensamiento…  tarde para nada.   Iban a cerrar el colegio por lo que decidí no esperar más y pasar a su interior para depositar mi voto.



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