25 de noviembre de 2011

¿Seguro que yo soy yo?

Yo soy yo, y si esto parece poco tendré que decir que yo soy yo a pesar de los demás, y los demás son esos que no dán la suficiente y correcta importancia a mis preferencias e inquietudes. En un cursillo de ventas me enseñaron a diferenciar lo más importante de las personas, a diseccionarlas visual y perspectivamente llegando a la conclusión de que lo más importante para las personas son éllas mismas, esto es cierto y una vez asimilado y asumido se consigue que la persona con la que tratas además de despertarle su oculto grado de egocentría consigues que te crea incluso inferior a su carisma y presencia cuando la realidad es que el que dirige la partida eres tú.

Estas circunstancias se dán más bien en un ambiente familiar, por decirlo de alguna manera, pero ampliando el campo y trasladando esta idea a un campo visual más amplio, podremos comprender que es muy fácil hacer caer en la egolatría a cualquier dirigente de turno por muy cortito que sea y convertirlo en una persona incontrolable, en esta ocasión el juego no lo manejamos nosotros, sólamente en su día nos limitamos a encender la mecha, taparnos los oídos y esperar la exposión que aunque sabemos que vá a ocurrir de inmediato siempre nos pilla desprevenidos y termina por asustarnos, después los resultados se vuelven imprevisibles pues esa gente fuera de control comienza a darse cuenta de que éllos son los más importantes siempre a pesar de los demás, claro, y comienzan a desenfundar sus complejos de inferioridad dándoles la inercia suficiente como para que ahora los demás seamos los que bailamos en su juego y nos resulte misión casi imposible el dar marcha atrás en sus desmedidas iniciativas personales que amplian inconstantemente su deseo de darlas por satisfechas.

La cuestión es que como la típica bola de nieve a la que todos nos hemos referido en alguna ocasión y que baja por la montaña a una velocidad ampliada en su aceleración, sus deseos y perspectivas no dejan por menos que darnos un brochazo de realidad haciéndonos ver que sus más ridículas pretensiones y mezquinas ansias se conviertan en grandes ideas y que su carrera a través de sus beneficios no pueda ser de otra forma diferente que la referida bola de riqueza que su posición genera. A más riqueza, más necesidad y como son los más importantes en sí mismos a éllo se dedican, eso sí, a pesar de los demás que no pudiendo ser tan ricos, tan guapos y tan importantes nos queda el recurso de sonreir definiéndoles vagamente como pobres hombres...

Así decía Groucho Marx al respecto: ¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! Pero cuestan tanto...



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