22 de diciembre de 2011

Más famoso que La Moños

Recurriendo a las leyendas urbanas se encuentra en Barcelona una de las para mí más atractivas historias tenidas como presente por los barceloneses, esa gente que se mueve por las calles, por el metro, por las zonas altas de la ciudad que hacen existir y sobrevivir la crónica casi elevada a leyenda a la que todos los barceloneses a menudo recurren, se trata de Dolores Bonella,  una vecina de la calle de la Cadena ya desaparecida y que ahora la llaman Rambla del Raval, Lola nació  en el año 1851 y que murió de anciana en el año 1940 y de la que se dice que era costurera ó modista todavía existe alguna foto de esas antiguas de ella.  Pero por su nombre no se puede decir nada pues casi nadie la recuerda por el mismo, sólo se la conoce por el apelativo de “La Moños” como fruto de su leyenda en la vida que hasta incluso hoy parece adornarse con una imagen dentro del Museo de Cera de Barcelona.  Hay un dicho que define el ser más conocido que “La Moños” y es debido al grado de popularidad que una persona puede llegar a tener con respecto al resto de la gente y es que Lola era uno de los personajes más conocidos de La Rambla, uno de esos personajes de los que todos se reían pero que a la vez infundía un gran respeto por parte de todos.  Su clara locura conseguía que la gente contara historias inverosímiles tanto de ella como de su vida, historias que había que creerse y no a la vez pues nunca se llegaron a confirmar las certezas de tales cuentos.  Se contaba que se casó con un aristócrata de la ciudad y que tuvo una hija que perdió atropellada por un carro de caballos creando en ella un amplio grado de locura por la pérdida.   Todo el mundo la conocía y la saludaba, ella arrastrada por la falta de cordura se dejaba pasear vestida con un vestido de flores de esos que llamaban la atención a la vez que su pelo recogido en un gran moño era adornado por flores vistosas y coloridas que le regalaban los quiosqueros de los puestos de flores de la rambla, y así día tras día, cantando y paseando su locura por la calle, dejando abierta la veda para el consumo de su vida pasaba los días, era el parecido vivo de aquella Bella Dorotea de la obra de Miguel Mihura que paseaba todos los días por las calles de su pequeño pueblo vestida de novia esperando la llegada de ese joven que la dejó plantada en el altar, una antigua Penélope que su simple memoria consigue que de alguna manera la ciudad no llegue a ser la misma sin su presencia, sin los paseos y saludos de esa mujer de colores e historias adornada entre canciones tristes de añoranza.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario