21 de febrero de 2012

¿Y ahora qué?

Estos días atrás asistimos en lo que queda de este país y me refiero a España a una serie de acontecimientos que produciendose en cualquier otro país no dejarían de avergonzarnos pero que en este lo vivimos y aceptamos como herencia cultural de nuestras gentes.  Comprobamos cómo de un nuevo gobierno de derechas se quiere gobernar a través de la venganza y del odio acumulado desde hace años, odio que nunca ha desaparecido pero que ha permanecido dormido, casi aletargado hasta el encuentro esperado de alguna nueva oportunidad para despertarse y autoreproducirse si cabe con más insistencia.  Y la ha encontrado, podemos comprobar cómo desde el gobierno se intenta acabar con la clase trabajadora queriendo volver a las formas que en un pasado no muy lejano existieron, convalidando el trabajo digno con un servilismo próximo a la esclavitud de los que verdaderamente dedican su vida a que este país crezca y progrese en la medida proporcional de los otros países que lejos de mentalidades arcáicas y obscenas han progresado en la medida de sus posibilidades.  Comprobamos cómo el empresario, parte de la riqueza de este país (la otra es la gente trabajadora que hace progresar al empresario con su trabajo) se vé convertido de la noche a la mañana en lo que anacrónicamente denominamos como "El Amo", dotado con una amplia licencia de potestad para decidir entre el bien y el mal, con la libre garantía de poder hacer y tratar a las personas que le enriquecen a su libre alvedrío y antojo, bajando sueldos e introduciendo condiciones caprichosas, inhumanas y arbitrarias a los que de alguna manera o de otra le enriquecen.  Todo vale pues el sentirse protegido al amparo de un gobierno que ciego de venganza y de odio cualquier cosa les sirve para cobrarse el escarmiento que desde tiempo atrás tenían pensado y que desde la sombra han venido planeando.  Entran aquí dos culturas claramente definidas, la cultura del miedo que emplea el gobierno y estos tentáculos a modo de empresarios para conseguir sus fines, inculcar el miedo en la población para de esa manera poder ocultar sus vergüenzas, miedo que tradicionalmente ha estado instalado en este país desde tiempo inmemorial, sólo basta remontarse un poco a la historia para comprender cómo tantos reyes inútiles y dictadores han conseguido que en este país el miedo forme parte intrínseca de nuestra cultura. Otra de las culturas instaladas en la gente no deja de ser la más peligrosa para los que dominan, se trata de la cultura de la resistencia y de la protesta, cultura que choca fontalmente con la cultura del miedo creando una amalgama de sentimientos contradictorios de los que el estado se aprovecha.  La cultura de la resistencia y de la protesta no resulta ser la más cómoda para un gobierno que como dije gobierna desde el odio y la revancha contando para ello con todos los medios a su alcance.  La protesta se reprime dura y brutalmente hasta convertirla en miedo.   Vivimos en un tiempo de protestas y de resistencia mezclado con la impotencia de comprobar cómo los adictos a la ideología que impera su ley se enriquece, delinque y lo manifiestan abiertamente como si la cultura y la convivencia solo tratara de eso, de enriquecerse a costa de lo que sea, jueces corruptos que eliminan a jueces honrados, negocios sucios que consiguen evadir la riqueza de todos para el disfrute de unos pocos, justificaciones y mentiras para mantener en alto la bandera, su bandera que a través de su historia les ha servido para seguir conservando sus abundantes prebendas y saqueos.  Los trabajadores se quejan, los estudiantes se quejan, todo el mundo se queja mientras los que mandan siguen instalados en la cima de sus privilegios ignorando las quejas y  cuando estas llegan a aser excesivamente visibles y molestas se envía a los (perros) servidores armados del estado que con sus impecables y modernos medios antidisturbios ya se encargarán de que cada uno vuelva a su redil.   Es el presente, pasado y futuro que la fortuna le ha otorgado a España y a sus gentes a través de la historia, un pasado de conquistas y de exterminios en nombre de religiones, de potentados y de terratenientes que como uno solo se apegan a sus raíces y al poder que controlan a contracorriente de los tiempos, un presente de engaños, desfalcos, traiciones y abusos de autoridad impunes y sutilmente amparados por los de su misma clase que no dudan en justificar tales accciones indivuales para hipócritamente equipararlos con un bien común que realmente brilla por su ausencia.  Y nos queda un futuro, un futuro bastante sombrío de partida, un futuro que arrastrando la carga del pasado no puede dejar de debatirse entre el miedo y la resistencia, no tiene miedo el que nada tiene que perder y menos si nada se ha conseguido.  ¿Seguiremos viviendo ocultos por ese miedo que como identidad cultural siempre nos ha acompañado a través de los años?  No lo sé, la clave puede ser esa, eliminar ese miedo.  Somos un país de gentes variadas que comprendemos la humildad y el sacrificio porque siempre lo hemos llevado con nosotros, una país de gente trabajadora y solidaria pero si no podemos o por lo menos no intentamos que la justicia sea justa, que la riqueza sea en beneficio de todos y que los privilegios repartan por todos los sitios dejando atrás su amplio catálogo de soberbias y autoritarismos mal lo llevamos, podemos hipotecar nuestro futuro a un pasado del que sería difícil retornar a una vida más justa, lejos de religiones medievales, lejos de pensamientos totalitarios y lejos de culturas monárquicas que rebajan a este país llamado España a una serie de potentados que desprecian y maltratan el buen sentir de sus gentes que a través de la historia les ha puesto donde ahora indignamente se encuentran.




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